La implementación de este paradigma en las instituciones educativas busca desarrollar competencias académicas y humanas. Con la generación de un Ecosistema de Bienestar, el modelo se orienta a mejorar el desempeño académico, fortalecer los vínculos sociales e incentivar la permanencia en los estudios.
Existen diversos factores, contextos y estados de ánimo que inciden a la hora de emprender y culminar un proyecto académico. La inteligencia y el estudio no son los únicos determinantes, afirma el Dr. Mauricio Zalazar, investigador y docente de la Licenciatura en Psicología de Universidad Siglo 21.
Zalazar, especialista en psicología cognitivo-conductual, sostiene que influyen variables como:
Cómo perciben la universidad,
Cómo se sienten estudiando,
Sus creencias de autoeficacia,
El significado que le atribuyen a su carrera,
Las relaciones positivas,
El compromiso con la carrera.
Todos estos factores configuran la base del bienestar individual y social del estudiante.
Desde esta perspectiva, la educación debe tener un enfoque integral, incluyendo experiencias que promuevan el bienestar y el desarrollo personal, como explica el Dr. Leonardo Medrano, Vicerrector de Investigación, Innovación y Posgrado.
“Si no tienen bienestar, es difícil que las personas puedan afrontar desafíos y desarrollar su talento”, afirma.
Promover un Ecosistema de Bienestar
Se trata de un espacio sinérgico y coordinado donde todos los miembros de la comunidad educativa trabajan para promover el bienestar.
“El objetivo es que todos ubiquen al bienestar como un factor estratégico”, sostiene Medrano.
Este ecosistema se manifiesta en experiencias como:
Vida 21
Centros de Emprendedorismo e Innovación
Centro de Sustentabilidad Social
Gabinete de Bienestar
No se trata solo de agregar actividades, sino de brindar experiencias significativas que generen impacto en la vida personal y social del estudiante.
“No basta con que el estudiante esté sentado en el aula”, afirma Zalazar.
Hoy son necesarias también competencias socioemocionales, muy valoradas por el sector productivo, como agrega Medrano.
Además, las personas con altos niveles de bienestar tienen:
Mejor salud,
Relaciones de pareja más estables,
Menor probabilidad de sufrir trastornos mentales,
Mayor satisfacción con su vida,
Menos problemas de comportamiento.
Un ecosistema de cinco dimensiones
El modelo implementado por Universidad Siglo 21 se basa en el modelo PERMA, creado por Martin Seligman, que contempla cinco dimensiones clave:
Emociones positivas: propician estados placenteros que ayudan a afrontar las emociones negativas.
Engagement (Compromiso): el involucramiento con una tarea genera una sensación de armonía y flujo (estado de flow).
Relaciones sociales: vínculos saludables que brindan apoyo emocional y protección.
Logro y propósito: cada meta alcanzada fortalece la motivación y el sentido de vida.
Bienestar físico: tanto el ejercicio como la alimentación saludable impactan también en el bienestar psicológico.
A esto se suma la visión de Tal Ben-Shahar, quien destaca la importancia del:
Bienestar físico (relación entre estrés y descanso),
Bienestar espiritual, que se potencia con la atención plena (mindfulness) y refuerza incluso el sistema inmune.
“La mejor versión de nosotros mismos”
Ese es, según Medrano, el propósito final de la Educación Positiva:
“Promover el bienestar, desarrollar el talento y generar impacto en otros”.
Legitimar las emociones en el proceso de aprendizaje mejora la atención, la motivación y el sentido del conocimiento.
En 2021, Universidad Siglo 21 se convirtió en la primera institución educativa de Argentina en implementar este modelo. Esta transformación se consolidó en alianza con Tecmilenio, la primera universidad positiva del mundo.