Identidad 21

El juego innovador de la creatividad educativa

Escrito por Laura Gaidulewicz | Jul 7, 2025 2:12:42 PM

Por Débora Brocca
Directora de la Maestría en Innovación Educativa

 

Cuando hablamos de la combinación Innovación-Educación, sucede que parece que reconocemos lo que implica. Sin embargo, cuando observamos con mayor detenimiento, nos encontramos con una amplia diversidad de sentidos: la innovación como sinónimo de tecnología, como sentido de cambio radical o incluso como utopía. Frente a esta situación, debemos emprender un proceso de construcción de significado que nos permita pensar la innovación en educación desde una perspectiva amplia, flexible, pero concreta.

Es muy importante tener en cuenta que la innovación tiene como pilar esencial a la creatividad, un proceso cognitivo abstracto, complejo y casi inherente a las personas; y a la vez, un concepto asociado al sentir, a las emociones y sensaciones. La creatividad es maravillosamente compleja y vital en el ser humano, entonces ¿por qué a menudo está ausente en los procesos de enseñanza? ¿Por qué la mayoría de los adultos sienten que no son creativos? ¿Por qué vinculamos casi exclusivamente la creatividad con las artes?

Se pueden esbozar diversas respuestas, pero una que seguramente surgirá asume que el sistema educativo formal es el encargado de anular la esencia creativa de los seres humanos.

Esta afirmación, un tanto apocalíptica y extrema, tiene un gran peso en la sociedad. ¿Se trata de un mito o una realidad? Más allá de la respuesta que evoquemos, lo cierto es que los sistemas educativos modernos, en general, nacen con un sentido de disciplinar los cuerpos, al punto que casi se anula la presencia del cuerpo en las aulas.

Hoy, los avances desde la pedagogía, psicología, neurociencia, antropología, entre otras disciplinas, nos permiten dar un paso superador e invitar a los cuerpos a estar presentes en las aulas, asumiendo que esto conlleva movimiento, bullicio, risas, “caos” y, por ende, base fértil para el desarrollo de la creatividad.

Nada de esto sería posible si los líderes del aula, es decir, los docentes, no fueran los primeros en poner en marcha procesos creativos. Es aquí donde debemos desmitificar supuestos: la enseñanza es, per se, un proceso de creatividad. Si no, ¿cómo explicamos que año a año, día a día, miles de estudiantes adquieran saberes propios de la producción científica, complejos, abstractos y multifacéticos, según el nivel educativo?

Entonces, si la enseñanza es un proceso creativo, el aprendizaje es la corporeización de esa creatividad, y por ende es cognitivo, emocional y corporal.

Las tecnologías, como herramientas culturales, vienen a apoyar al proceso creativo y, por lo tanto, al proceso de enseñar. Permiten darle un nuevo sentido, potenciar su naturaleza, poner en común diferentes mundos, miradas, ideas y palabras. Estas herramientas son aliadas de la educación, siempre y cuando recordemos que son productos de la creatividad humana. No son las tecnologías las que originan la creatividad, sino que esta última impulsa el desarrollo tecnológico.

Entonces, si afirmamos que la creatividad es la base fundamental de la innovación, resulta evidente que la educación, y por ende la enseñanza, no puede concebirse sin ser innovadora.

Debemos pensar el “cuerpo” del que enseña y educa como presente en las aulas. Son justamente las sensaciones y emociones articuladas a los procesos cognitivos y procedimentales las que le dan el sentido innovador a todo acto de educar.