Día del orgullo LGBTIQ+: Todo empezó con una tiza

28 de junio de 2023

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Laura Gaidulewicz, Directora del Instituto de Género e Inclusión de Insight 21, reflexiona sobre el camino recorrido y los desafíos para promover una cultura más inclusiva.

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El 28 de junio se celebra el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+, recordando los acontecimientos que tuvieron lugar en esa fecha en 1969. Esa madrugada de verano conmocionó Nueva York. Podía haber sido el cierre de una noche más. Una de las tantas en las que la Policía buscaba controlar la vida nocturna de la ciudad. Según cuentan algunos, la mafia a cargo de Stonewall, un club nocturno en el que las personas podían expresar su identidad sexual y disfrutar de un entorno libre de penalización y del “qué dirán”, no había cumplido con el pago de los sobornos a la fuerza policial. Para otros, el clima de las elecciones a alcalde contribuyó a enardecer el ambiente represivo en la ciudad.

Lo cierto es que esa madrugada entraron un pequeño grupo de policías a este club. Eran tiempos difíciles, en los que la homosexualidad era un delito. Vestir más de tres prendas que no respondieran al propio género, estaba prohibido. Esa noche, el club de mala muerte y de paredes tapiadas vio desfilar por su puerta a personas homosexuales, lesbianas, Drag Queens y jóvenes indocumentados que debían abandonar el lugar. Nadie se sintió extrañado de la situación. **Cualquier persona que escapaba a la conducta heteronormativa sabía que ser atacado y perseguido era el precio a pagar. **Pero esa noche algo se fue de las manos.

Diversas versiones señalan que la intención de corroborar los genitales de una Drag Queen derivó en un carterazo a un policía que culminó en una batalla campal entre las más de doscientas personas que estaban en la puerta del local y el puñado de policías a cargo del operativo, quienes se atrincheraron en el interior. Para algunos, fue Sylvia Rivera la Drag Queen que se atrevió a enfrentar la Policía y la que dio impulso al movimiento que nacería ese día. Otros cuentan que fue la tiza que recibió Marc Segal de un amigo, con la que escribió tres palabras claves en el pavimento y en los muros tapiados de Stonewall: Tomorrow Night Stonewall. Un año atrás, el Mayo Francés había venido a cambiar fuertemente la historia de Europa y a cuestionar las reglas de juego del mundo moderno que había profundizado la posguerra.

En Estados Unidos, el hartazgo de las minorías se hacía sentir en la calle, con marchas de mujeres luchando por sus derechos y el fervor de los movimientos raciales por los derechos civiles que impulsó Rosa Parks. El clima contrario a la guerra de Vietnam y los jóvenes que creaban una cultura antisistema se sumaban a este entorno de fuerte cuestionamiento a las formas de poder vigentes.

Esa noche, los presentes en Stonewall, con su pequeña revolución de alrededor de doscientas personas, iban a cambiar la historia. Al día siguiente, fueron muchas más las que se concentraron en la calle del club nocturno; y también más violentos los reclamos y la represión. Pero había que continuar. Un mes después nacía la primera marcha en torno a Stonewall y fue la primera vez que bajo la consigna “Gay Power” marcharon abiertamente personas homosexuales, lesbianas y trans en Nueva York para exigir la igualdad de derechos, y no solo ser “aceptados” o “tolerados”, como personas enfermas con las que había que convivir.

Las protestas fueron dando lugar a un movimiento organizado para impulsar la autonomía en relación al propio cuerpo, el Frente de Liberación Gay. Al igual que los movimientos feministas de ese entonces, las internas producto de las intersectorialidades, las disputas en relación con los medios adecuados para lograr los objetivos y los cambios en el clima político de los setenta, contribuyeron a que se vaya disolviendo, no sin antes lograr impactar a nivel global, a través de marchas similares que se desarrollaron a partir de allí en diferentes ciudades del planeta, principalmente en Europa, Oceanía y América.

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En lo personal, creo en el poder acumulativo de las pequeñas acciones individuales. Me impresiona el poder de esos acontecimientos que toman forma al calor de hechos que parecen fortuitos, pero que al encadenarse son capaces de catalizar el clima de una época y dar lugar a cambios radicales en la historia.

A partir de los setenta, en Estados Unidos, donde nació este movimiento, se eliminaron las prohibiciones federales que afectaban a las personas gays y lesbianas, y la medicina fue revirtiendo su creencia de que los homosexuales necesitaban tratamiento psiquiátrico.

También en los setenta logró ocupar un escarnio público por primera vez una persona que se declaraba públicamente homosexual y muchas de las leyes contra la sodomía fueron revocadas, permitiendo que ya desde los ochenta la homosexualidad fuese legal en dicho país. También se avanzó en lograr que el matrimonio igualitario sea reconocido a nivel federal, cuestión que sucedió en 2015. Todos estos logros fueron acompañados de cambios culturales importantes que permiten hoy que la población en general acepte que la orientación heterosexual es una más de las diferentes posibilidades que tiene un ser humano de vivir su sexualidad, y admita el género autopercibido como válido.

En el resto del planeta, podemos decir a más de cincuenta años de las tres palabras en tiza que tiñeron el suelo de Greenwich Village, que muchos logros han tenido lugar de manera paulatina pero creciente en cuanto a la igualdad de derechos, la despenalización y, sobre todo, la no patologización de las conductas sexuales y las identidades de género que escapan a lo definido socialmente como norma.

A nivel global, en 1990 la homosexualidad dejó de ser considerada una enfermedad para la OMS y la agenda LGTBIQ+ es parte de los objetivos del desarrollo sostenible y de los organismos internacionales. También muchas empresas han abrazado abiertamente esta causa, tanto a nivel interno como en relación con sus clientes y la comunidad.

Por otro lado, la elaboración y aprobación de los Principios de Yogyakarta en el año 2007 permitió contar con directrices claras sobre cómo se aplica la legislación internacional de derechos humanos a las cuestiones de orientación sexual e identidad de género y ha impulsado que los países firmantes realicen avances que garanticen la efectiva protección de todas las personas contra toda discriminación basada en la orientación sexual y la identidad de género, contemplando una amplia gama de problemáticas y asuntos. En 2017 se ampliaron, y hoy totalizan 37 principios y 18 recomendaciones que son fundamentales tanto para el accionar de los Estados como también de las organizaciones de la sociedad civil y las empresas.

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En Argentina ya desde hace más de diez años el marco legal ha incluido el matrimonio igualitario. La ley de identidad de género, por otro lado, ampara por igual a las personas cisgénero y transgénero, garantizándoles los mismos derechos.

La aceptación social también es mayor, y muchas de las empresas localmente han abrazado esta causa e impulsado la plena inclusión y el respeto a la diversidad, y llevando adelante acciones para combatir la discriminación por orientación sexual, identidad de género o su expresión.

Pero aún queda mucho por hacer, sobre todo, en lo laboral. Al igual que en la mayor parte de los países, subsisten graves dificultades tanto para acceder al empleo como para desenvolverse en la vida laboral cotidiana. La brecha a nivel salarial, en las oportunidades de desarrollo de carrera, en la permanencia en los puestos de trabajo siguen siendo significativas. Las personas que no responden al estereotipo dominante deben enfrentar en general un clima laboral hostil, de manera más o menos explícita.

Según el estudio realizado por OIT “Orgullo (PRIDE) en el trabajo: Un estudio sobre la discriminación en el trabajo por motivos de orientación sexual e identidad de género en Argentina” (2015), basándose en la investigación realizada por la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT), “la situación de las personas LGBT difiere mucho según la provincia o ciudad en la que viven. Se puede postular, a modo de síntesis, que la realidad es más difícil cuanto más pequeña es la ciudad y más alejada está de la Capital Federal.

Además, existen diferencias sustanciales en los tipos y la extensión de la discriminación que enfrentan los y las diferentes integrantes de la población LGBT. Mientras, en líneas generales, para el caso de lesbianas, gays y bisexuales, las problemáticas centrales tienen que ver con la visibilidad, la discriminación en el ámbito de trabajo, las barreras para el ascenso y desarrollo de una carrera laboral y los estereotipos de género, para las personas trans las dificultades comienzan mucho antes, incluso en el proceso de educación/formación. En términos generales, se puede decir que existen mayores obstáculos en el caso de las personas trans, especialmente para las mujeres trans para quienes el trabajo sexual se presenta como una de sus pocas alternativas laborales, por la discriminación que enfrentan en el mercado laboral formal”.

Según el Índice de Igualdad Global en el Lugar de Trabajo que lleva adelante Stonewall, organización británica pionera en los derechos LGTBIQ+ a nivel internacional, Argentina está clasificada como un país de la Zona 2, lo que significa que los actos sexuales entre personas del mismo sexo son legales pero que no hay protecciones al empleo claras.

En este sentido, la Ley N° 27.636 de Acceso al Empleo Formal para personas Travestis, Transexuales y Transgéneros "Diana Sacayán-Lohana Berkins" (2021) ha sido un importante avance para visibilizar la problemática del acceso al empleo de las personas trans e impulsar que las medidas establecidas para el sector público sean ejemplo e impulso para el sector privado.

Esta ley establece la reserva de un cupo mínimo de 1% de los cargos y puestos del Estado Nacional para esta población. Su objetivo es que travestis y trans puedan acceder a un trabajo formal en condiciones de igualdad. Según el último monitoreo informado que toma como fecha límite el 30 de septiembre de 2022, se registran 480 personas trans empleadas en el Sector Público Nacional. Si tenemos en cuenta el informe del Indec a diciembre de 2022, la administración pública nacional, y las empresas y sociedades con participación estatal, contaban con 340.593 empleados. Esto da cuenta que, a dos años de la sanción, el desafío de contar con ese 1%, si se mantiene este ritmo, requerirá de varios años, demostrando la dificultad que tiene cerrar las brechas existentes y el esfuerzo sostenido que requiere de todos los actores sociales, más allá de los cambios en el marco legal.

Además de las brechas en lo laboral, la salud sigue siendo uno de los principales focos sobre los cuales las políticas públicas deben girar. En nuestro país podemos señalar que en estos últimos años se ha realizado un importante avance al respecto. La Ley N° 26.743 de identidad de género contempla que toda persona pueda solicitar el acceso a intervenciones quirúrgicas totales y parciales, o tratamientos integrales hormonales para adecuar su cuerpo -incluida su genitalidad- a su identidad de género, siendo totalmente gratuitos y están incluidos en el Plan Médico Obligatorio. También es importante el reconocimiento del acceso integral a los procedimientos y técnicas médico-asistenciales de reproducción medicamente asistida que estableció la Ley N° 26.862 de Reproducción Asistida sancionada en el 2013 que lo extiende a todas las personas mayores de edad, no pudiendo haber limitaciones fundadas en la orientación sexual o estado civil de quienes peticionan.

En cuanto a la educación, la Ley N° 26.150 contempla la educación sexual integral obligatoria como parte de los derechos humanos y acorde a los tratados internacionales firmados por nuestro país, abarcando desde la educación inicial hasta la secundaria. Esta ley establece que todas las personas que estudian “tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal.”

Cada uno de estos logros son pasos importantes que ha dado nuestro país en términos de reconocimiento formal de la igualdad de derechos. Pero aún queda mucho por hacer, no sólo en lo legal, sino en términos de transformación cultural, teniendo también en cuenta las interseccionalidades. Por eso, las personas jóvenes que se han criado y viven en un entorno donde rigen estos nuevos marcos legales, deben tener conciencia de lo que ha costado cada logro y de lo que queda aún por hacer, para que no bajen los brazos.

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Muchos son los países en que la homosexualidad y la condición sexual no heteronormativa sigue estando criminalizada. Actualmente es ilegal en más de 70 países. Esto implica que alrededor del 40% de la población mundial vive en lugares en que la homosexualidad es perseguida. Por otro lado, la existencia de leyes que protejan los derechos no garantiza de por si la plena aceptación social, dando lugar a discriminaciones más o menos solapadas.

En este sentido, Michel Foucault ya en los setenta manifestaba que la aceptación pública de la homosexualidad se la tendía a circunscribir puramente a la relación de copulación de dos varones, dejando fuera el afecto y los vínculos que pueden establecerse entre ellos más allá de lo puramente sexual, como estilo de vida gay. Planteaba que el poder desplegar una forma de actuar socialmente propio de las personas homosexuales, de las personas cuyas vidas no responden a lo heteronormativo, es lo que queda vedado total o parcialmente en lo social, por ser amenazante a lo hegemónico, a lo “normal”. Esta posibilidad de la plena inclusión de estilos de vida que no responden a lo hegemónico sigue aún hoy siendo el principal desafío en términos de diversidad e inclusión.

La tolerancia no es suficiente para mover la aguja de las profundas desigualdades y brechas que existen entre quienes responden al estereotipo hegemónico de sexualidad y género, y quienes no, dándose además intersectorialidades complejas que afectan de manera diferencial a quienes integran estas minorías.

En términos de salud, la sombra del HIV sigue siendo motivo de estigmatización y asociada fuertemente a las personas LGTBQ+ y la cobertura médica de tratamientos vinculados a la adecuación corporal o la reproducción médicamente asistida no se la considera materia de salud pública, o se los aborda con una perspectiva que no es la que contempla los principios de Yogyakarta.

Por otro lado, los años de pandemia han agravado las desigualdades, según señalan diferentes estudios de la ONU, quien también advierte del retroceso que se está dando en diferentes países a nivel de derechos.

Por eso en el Día del Orgullo, además de izar la bandera multicolor para visibilizar esta problemática que afecta la calidad de vida cotidiana de millones de personas a lo largo del planeta por su sexualidad o por su género, debemos comprometernos cada ser humano a trabajar en cambiar nuestro metro cuadrado, y en impulsar la creación de políticas públicas específicas enfocadas en cerrar las brechas, como así también la incorporación de esta perspectiva en todas las decisiones que hacen al ámbito público y privado.

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