Violencias silenciosas, pantallas encendidas: ¿quién cuida a los adolescentes?
30 de abril de 2025

Por Valeria Moran, investigadora Universidad Siglo 21
Adolescencia, la serie de Netflix que incomoda y conmueve, se ha instalado con fuerza en la conversación pública. Con escenas crudas, diálogos reales y personajes que podrían ser parte de cualquier escuela, expone sin filtros las tensiones, miedos y violencias que atraviesan a las y los adolescentes en la actualidad. No se trata solo de una ficción dramática: lo que se muestra en pantalla refleja una realidad que muchas veces preferimos ignorar. Violencia entre pares, bullying, aislamiento, exposición en redes, y la falta de adultos presentes. Frente a este espejo incómodo, cabe preguntarnos: ¿Qué estamos haciendo —como sociedad, como adultos, como profesionales y como científicos— para cuidar a quienes transitan una de las etapas más vulnerables de la vida?
En la actualidad, una gran parte de las interacciones humanas ocurren en un nuevo espacio que tiene sus propias reglas, modos y lenguaje. En este sentido, las redes sociales han transformado por completo la forma en que las personas se vinculan. Hoy, la amistad, el deseo, el rechazo y el conflicto circulan a través de pantallas, likes y chats efímeros. Esta hiperconectividad, si bien permite sostener vínculos y crear comunidad, también amplifica los riesgos: humillaciones públicas, exclusiones masivas en grupos, difusión de imágenes sin consentimiento. El entorno digital se convierte en escenario de violencia relacional que, lejos de quedarse en lo virtual, tiene efectos concretos en la autoestima y la salud mental. Sería más fácil decir que esta realidad es propia de los adolescentes y jóvenes, pero nos estaríamos engañando, y no haciéndonos cargo del problema, porque los adultos también se vinculan con esta modalidad de interacción tanto en redes, como fuera de ellas. Pero la diferencia, sin embargo, es que la constante búsqueda de aprobación deja a los jóvenes expuestos a la mirada del otro, todo el tiempo. En este paisaje, el grooming y otras formas de manipulación digital se vuelven peligros invisibles y profundamente dañinos para este grupo.
Bajo este marco, las alarmas suelen centrarse en el peligro de que los adolescentes sean víctimas de un adulto, olvidando que hay otras amenazas mucho más cercanas y aparentemente inofensivas. El bullying (o acoso, en español) no es un simple conflicto entre pares, sino una forma sistemática de maltrato, sostenida en el tiempo, donde hay un claro desequilibrio de poder. La víctima queda expuesta a agresiones físicas, verbales y relacionales (como la exclusión), sin contar con recursos para defenderse.
Según datos de la UNESCO, uno de cada tres estudiantes en el mundo ha sido víctima de acoso escolar. En un contexto más cercano, de las investigaciones y actividades de extensión llevadas a cabo en Universidad Siglo 21 sobre violencia entre pares en escuelas primarias, los propios niños (de 8 a 11 años) reportaron que las formas más prevalentes de violencia que observan en su clase son el uso de apodos ofensivos (78%), la difusión de rumores o chismes (64%) y la exclusión social (48%). Lo más alarmante es que la violencia relacional es la más difícil de detectar, y muchas veces, se vuelve parte del clima escolar, naturalizado por docentes, familias y testigos que callan. Lo que lo hace aún más complejo es que este tipo de hechos ocurren en mayor medida en el escenario virtual. Ese mundo donde es más fácil ocultarse de los adultos.
Entonces, frente a esta realidad, la pregunta clave no es solo “¿qué les pasa a los adolescentes?”, sino “¿qué estamos haciendo nosotros?”. Las violencias que atraviesan las adolescencias y las infancias no son problemas individuales, sino también sociales. Por eso, la responsabilidad es compartida: familias, escuelas, medios de comunicación, plataformas digitales, Estados y ciencia, deben actuar de forma articulada.
La educación emocional, el acompañamiento adulto sin juicio y la creación de espacios seguros para hablar se vuelven urgentes. Desde el ámbito científico, se busca aportar a esta problemática. En Universidad Siglo 21, actualmente se lleva adelante un proyecto de investigación titulado “Interacciones sociales en la infancia: demandas, conflictos y dinámicas en niños de 8 a 12 años”, cuyo objetivo es identificar, a través de grupos focales, los principales desafíos sociales e interpersonales que enfrentan los niños en su vida cotidiana. Además, el proyecto incluye la continuidad de talleres psicoeducativos centrados en el bullying y la violencia entre pares. Pero no es suficiente. Contar con evidencia clara sobre cómo se manifiestan estas problemáticas, o sobre los factores que las agravan o previenen, no alcanza si ese conocimiento no llega a quienes lo necesitan. Como sociedad, necesitamos acciones basadas en datos y en información, no en el miedo. Y, sobre todo, los adultos necesitamos crear los espacios y entornos para escuchar a los adolescentes: sin su voz, ninguna solución será real.
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