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7/07/2025 11 min para leer

Día del orgullo LGBTIQ+: Todo empezó con una tiza

Día del orgullo LGBTIQ+: Todo empezó con una tiza
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Laura Gaidulewicz, Directora del Instituto de Género e Inclusión de Insight 21, reflexiona sobre el camino recorrido y los desafíos para promover una cultura más inclusiva.

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El 28 de junio se celebra el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+, recordando los acontecimientos que tuvieron lugar en esa fecha en 1969. Esa madrugada de verano conmocionó Nueva York. Podía haber sido el cierre de una noche más. Una de las tantas en las que la Policía buscaba controlar la vida nocturna de la ciudad. Según cuentan algunos, la mafia a cargo de Stonewall, un club nocturno en el que las personas podían expresar su identidad sexual y disfrutar de un entorno libre de penalización y del “qué dirán”, no había cumplido con el pago de los sobornos a la fuerza policial. Para otros, el clima de las elecciones a alcalde contribuyó a enardecer el ambiente represivo en la ciudad.

Lo cierto es que esa madrugada entraron un pequeño grupo de policías a este club. Eran tiempos difíciles, en los que la homosexualidad era un delito. Vestir más de tres prendas que no respondieran al propio género, estaba prohibido. Esa noche, el club de mala muerte y de paredes tapiadas vio desfilar por su puerta a personas homosexuales, lesbianas, Drag Queens y jóvenes indocumentados que debían abandonar el lugar. Nadie se sintió extrañado de la situación. Cualquier persona que escapaba a la conducta heteronormativa sabía que ser atacado y perseguido era el precio a pagar. Pero esa noche algo se fue de las manos.

Diversas versiones señalan que la intención de corroborar los genitales de una Drag Queen derivó en un carterazo a un policía que culminó en una batalla campal entre las más de doscientas personas que estaban en la puerta del local y el puñado de policías a cargo del operativo, quienes se atrincheraron en el interior.
Para algunos, fue Sylvia Rivera la Drag Queen que se atrevió a enfrentar la Policía y la que dio impulso al movimiento que nacería ese día. Otros cuentan que fue la tiza que recibió Marc Segal de un amigo, con la que escribió tres palabras claves en el pavimento y en los muros tapiados de Stonewall: Tomorrow Night Stonewall.
Un año atrás, el Mayo Francés había venido a cambiar fuertemente la historia de Europa y a cuestionar las reglas de juego del mundo moderno que había profundizado la posguerra.

En Estados Unidos, el hartazgo de las minorías se hacía sentir en la calle, con marchas de mujeres luchando por sus derechos y el fervor de los movimientos raciales por los derechos civiles que impulsó Rosa Parks. El clima contrario a la guerra de Vietnam y los jóvenes antisistema se sumaban a este entorno de fuerte cuestionamiento a las formas de poder vigentes.

Esa noche, los presentes en Stonewall, con su pequeña revolución de alrededor de doscientas personas, iban a cambiar la historia. Al día siguiente, fueron muchas más las que se concentraron en la calle del club nocturno; y también más violentos los reclamos y la represión. Pero había que continuar. Un mes después nacía la primera marcha en torno a Stonewall y fue la primera vez que bajo la consigna “Gay Power” marcharon abiertamente personas homosexuales, lesbianas y trans en Nueva York para exigir la igualdad de derechos, y no solo ser “aceptados” o “tolerados”, como personas enfermas con las que había que convivir.

Las protestas fueron dando lugar a un movimiento organizado para impulsar la autonomía en relación al propio cuerpo, el Frente de Liberación Gay. Al igual que los movimientos feministas, las internas, las disputas estratégicas, y los cambios políticos contribuyeron a que se vaya disolviendo, no sin antes impactar globalmente, a través de marchas similares en Europa, Oceanía y América.

En lo personal, creo en el poder acumulativo de las pequeñas acciones individuales. Me impresiona el poder de esos acontecimientos fortuitos que al encadenarse son capaces de catalizar el clima de una época y dar lugar a cambios radicales en la historia.

Desde los setenta, en Estados Unidos, se eliminaron las prohibiciones federales hacia las personas gays y lesbianas, y la medicina fue revirtiendo la idea de que los homosexuales necesitaban tratamiento psiquiátrico.
Se avanzó en el matrimonio igualitario (reconocido en 2015) y en revocar leyes contra la sodomía.
Todos estos logros fueron acompañados de cambios culturales importantes que permiten hoy entender que la heterosexualidad es una más de las distintas formas posibles de vivir la sexualidad, y se admite el género autopercibido como válido.

Muchos logros han tenido lugar de manera paulatina pero creciente en cuanto a la igualdad de derechos, la despenalización y, sobre todo, la no patologización de las conductas sexuales e identidades de género no normativas.

A nivel global, en 1990 la homosexualidad dejó de ser considerada una enfermedad para la OMS y la agenda LGTBIQ+ es parte de los Objetivos del Desarrollo Sostenible.
También muchas empresas han apoyado la causa, tanto internamente como hacia sus clientes y comunidades.

Los Principios de Yogyakarta (2007) son una guía sobre cómo se aplica el derecho internacional de derechos humanos a la orientación sexual e identidad de género. En 2017 se ampliaron a 37 principios y 18 recomendaciones, claves para Estados, sociedad civil y empresas.

En Argentina ya desde hace más de diez años el marco legal ha incluido el matrimonio igualitario. La Ley de Identidad de Género protege a personas cis y trans por igual, garantizando los mismos derechos.

La aceptación social también creció, y muchas empresas han promovido inclusión plena y respeto a la diversidad.
Pero aún queda mucho por hacer, sobre todo, en lo laboral. Persisten dificultades para el acceso y permanencia en el empleo.
La brecha salarial, el desarrollo profesional y el ambiente laboral hostil siguen siendo realidades frecuentes para quienes no encajan en el estereotipo dominante.

Según el informe de la OIT (2015) y la FALGBT, la situación varía por provincia, siendo más difícil cuanto más pequeña es la ciudad y más alejada de Capital Federal.

Existen diferencias sustanciales en la discriminación entre los distintos grupos LGBT.
Para personas trans, los obstáculos empiezan antes, incluso en la educación.
El trabajo sexual suele ser una de las pocas alternativas laborales por la discriminación en el mercado formal.

Según Stonewall, Argentina está en Zona 2, donde los actos sexuales entre personas del mismo sexo son legales pero no hay protecciones laborales claras.

La Ley N° 27.636 de Acceso al Empleo Formal para personas Travestis, Transexuales y Transgéneros "Diana Sacayán-Lohana Berkins" (2021) fue un avance clave.
Establece un cupo mínimo del 1% en el Estado Nacional para esta población.
En 2022 se registraron 480 personas trans empleadas sobre 340.593 empleados totales.
Esto demuestra que cumplir con ese 1% requerirá años de esfuerzo sostenido.

Además de lo laboral, la salud sigue siendo un foco prioritario.
La Ley N° 26.743 garantiza tratamientos hormonales y quirúrgicos gratuitos, incluidos en el PMO.
La Ley N° 26.862 permite reproducción asistida sin discriminación por orientación sexual o estado civil.

La Ley N° 26.150 garantiza educación sexual integral obligatoria, como parte de los derechos humanos, desde nivel inicial hasta secundario.
Establece que todas las personas tienen derecho a recibir esta educación en todas las jurisdicciones.

Cada uno de estos logros son pasos importantes hacia la igualdad formal de derechos.
Pero falta avanzar en la transformación cultural y en la conciencia interseccional.
Las personas jóvenes deben conocer el esfuerzo histórico detrás de cada conquista.

Actualmente, la homosexualidad sigue criminalizada en más de 70 países.
Eso implica que el 40% de la población mundial vive donde la homosexualidad es perseguida.

Las leyes no garantizan la aceptación social, y hay discriminaciones solapadas.
Foucault advertía que se aceptaba la relación sexual, pero se excluía el afecto, el estilo de vida gay, y la expresión social no hegemónica.

La plena inclusión sigue siendo el principal desafío.
La tolerancia no alcanza: hay profundas desigualdades, interseccionalidades complejas y brechas estructurales.

El HIV aún estigmatiza, y los tratamientos relacionados con la adecuación corporal o la reproducción asistida no siempre se abordan desde una perspectiva de derechos.

La pandemia agravó las desigualdades, y la ONU advierte retrocesos en varios países.

Por eso en el Día del Orgullo, además de izar la bandera multicolor, debemos comprometernos a actuar desde nuestro metro cuadrado, impulsar políticas públicas y transformar decisiones públicas y privadas hacia la inclusión real.

 

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