Futuro y fin de los misterios humanos
La revolución tecnológica no solo está transformando nuestra vida cotidiana, sino también la condición humana misma y sus principales dimensiones.
(*) Por el Mgter. Andrés Pallaro, Director Observatorio del Futuro de Universidad Siglo 21 | Publicada por Infobae.
Mientras el mundo se debate en el desafío de cuánto tiempo más nos llevará superar la Pandemia, el tsunami de hallazgos y creaciones científico-tecnológicas que conlleva la Cuarta Revolución Industrial (y lo que algunos ya llaman la Quinta) no se detiene.
La transformación digital penetra en personas, organizaciones y Estados, desbordando sus marcos y presionándolos a cambiar antes de que la obsolescencia y la irrelevancia los invada.
Pero más allá de nuestras actividades, esas maneras de producir, trabajar, comercializar, descansar o estudiar, lo que también se encuentra en el camino es la condición humana misma y sus principales dimensiones.
Sabemos que la evolución nos ha modificado a lo largo del tiempo en nuestra biología, capacidades, valores y aspiraciones. Muchos misterios o creencias han sido disipados por la ciencia.
Sin embargo, siguen existiendo enigmas que podrían resolverse si consideramos que no hay misterios sino problemas a resolver con el avance del conocimiento.
El primero de estos misterios está en nuestra biología: el cerebro.
Con sus 100.000 millones de neuronas, sinapsis, neurotransmisores y plasticidad, ya forma parte de nuestro conocimiento.
La neurociencia aún tiene mucho por descubrir. Quizás pronto sepamos qué es y dónde reside la conciencia, la mente o el alma.
Comprender la conciencia es, según Science, el segundo reto más importante de la ciencia.
¿Será esto lo que nos hace excepcionales? ¿Lo que nos da un sentido de existencia, futuro y mortalidad?
Quizás nunca se acaben estos misterios, pero sí sabremos mucho más en los próximos años.
Otro misterio clave: la naturaleza humana.
¿Somos buenos por naturaleza? ¿Tenemos una moral innata o aprendida?
¿Prima el egoísmo o el altruismo?
¿Somos por esencia empáticos, cooperativos, compasivos?
O tal vez, ¿todo esto sean solo deseos frente a una naturaleza hostil?
También está en debate la inteligencia humana:
¿Es única e irrepetible? ¿O solo cuestión de tiempo para que una inteligencia artificial general (IAG) sea superior?
Si no hay nada místico en nuestro cerebro, las redes neuronales digitales podrían igualarnos o superarnos.
La inteligencia artificial general es una posibilidad.
Como dice Santiago Bilinkis, tal vez no se trate de imitar el cerebro humano, sino de encontrar otro camino más eficiente, como lo hicieron los aviones respecto a las aves.
Otras categorías como tiempo y espacio, pilares de nuestra vida mental y social, también están bajo revisión por la física cuántica y la computación cuántica.
Los experimentos de Juan Maldacena sugieren que algún día podría ser posible trascender esas barreras.
Por último, está el transhumanismo:
la edición genética, las interfaces tecnológicas con el cuerpo, y la posibilidad de una humanidad aumentada.
¿Será esto un camino hacia el bienestar o el inicio de un mundo incontrolable, con nuevas formas de identidad y derechos?
Tecnologías como CRISPR, Neuralink, o el cyborg Neil Harbisson ya están aquí.
¿Seremos todos un poco cyborgs?
¿Llegaremos al “homo tech” como dice John Cwaik?
Estos misterios de la existencia humana se están resolviendo.
Intentar bloquear este proceso será estéril.
¿Nos harán mejores? ¿Serán la base para una nueva especie?
¿Será cierto lo que predice Juan Enriquez sobre el “homo evolutis”, capaz de tomar el control de su propia evolución?
Es momento de apostar por una combinación virtuosa entre innovación, ética y regulación pública inteligente.
Solo así estos misterios develados nos conducirán a una Humanidad mejor.