Capitalismo, homoplutia y futuro del ascenso social
8 de abril de 2021
Las mayorías sufren trabajos precarios y se encuentran salarialmente estancados o en transiciones difíciles hacia una etapa de gran incertidumbre.
- Por el Mgter. Andrés Pallaro, Director Observatorio del Futuro de Universidad Siglo 21 | Publicada por Infobae.
Mucho se ha reflexionado acerca de las clases sociales, las dinámicas de ascenso y descenso social y los sistemas que pueden favorecer o entorpecer situaciones de equidad entre las personas. En nuestros días, el debate hace foco en las capacidades del capitalismo, que predomina en el mundo en sus distintas formas y variantes, para recrear las condiciones de ascenso social de personas corrientes.
El impulso hacia el progreso personal a partir del esfuerzo, el mérito y la perseverancia es precisamente aquello que más exitoso hizo al capitalismo a lo largo de la historia, pero en los últimos 30 años las evidencias más confiables comenzaron a reflejar curvas de desigualdad crecientes y estancamiento de los sectores de ingresos medios y bajos. Thomas Piketty y Branko Milanovic son dos de los economistas que más conocimiento reciente en el tema han generado a través de sus investigaciones y libros. También Dani Rodrik, Carlota Pérez, Mariana Mazzucato, Esther Duflo, Paul Collier, Raj Chetty y Daron Ancemoglu han realizado aportes significativos. Quizás el común denominador sea la idea de que el ascenso social es una posibilidad cada vez más lejana para millones de personas.
No hace falta declararse socialista o reivindicar a Karl Marx para convalidar las evidencias que están ante nosotros. Piketty explica cómo las tasas de retorno del capital (inversiones, especialmente financieras) hace tiempo crecen a velocidad mayor que las tasas de crecimiento de las economías (producción y salarios). Milanovic muestra cómo las crecientes desigualdades se explican no solo por el retorno creciente de quienes poseen más capital sino también por la capacidad de esas personas para capturar trabajos mejor remunerados a partir de mayores niveles educativos y adopción tecnológica, mientras las mayorías sufren trabajos precarios, salarialmente estancados o transiciones difíciles hacia un futuro de gran incertidumbre.
Siguiendo a Milanovic, esto último es lo que puede considerarse nuevo en la historia: la desigualdad se multiplica porque los más exitosos no solo disponen de más capital (heredado o propio) y lo hacen rendir a tasas crecientes a través de múltiples mecanismos, sino porque también son los que trabajan más intensamente beneficiados de las mejores remuneraciones de la sociedad del conocimiento. El autor serbio llama “homoplutia” a este fenómeno, palabra que viene del griego “homo” (igual) y “plutos” (riqueza). Los ricos son cada vez más ricos porque reúnen resultados crecientes de las dos canastas: la que viene de los intereses, alquileres, acciones y otros instrumentos. Y la que viene de los honorarios, salarios y bonos por desempeños laborales de alto impacto.
Las evidencias que aporta la ciencia siempre son inacabadas, parciales y rebatibles. Pero disponemos ya de suficientes como para enfocarnos en nuevas soluciones para revertir las crecientes brechas de desigualdad en las sociedades del siglo XXI. ¿Será dentro de los márgenes del capitalismo que tal desafío pueda lograrse? ¿O implicará trascender y superar las bases de los sistemas capitalistas? Todas las miradas de futuro son válidas cuando se hacen con fundamentos y no solo bajo premisas ideológicas. A nuestro criterio, ninguno de los dos impulsores de la desigualdad que describen Piketty y Milanovic son esenciales e inmutables del capitalismo. Por ende, son corregibles y superables en el marco de la dinámica de la economía de mercado, la propiedad privada y la innovación tecnológica. No hay que inventar todo de nuevo. Sobre esta plataforma pueden y deben implementarse diseños, estrategias y regulaciones para un mejor capitalismo.
Si miramos más allá de la superficie, veremos que la transformación del capitalismo ya está en marcha. Las voces y los experimentos que buscan combinar de nuevas maneras la libertad y la equidad se multiplican en el mundo. No estamos exentos de reacciones ortodoxas, que solo confían en la espontaneidad de los mercados. Tampoco de aventuras populistas, que creen que pueden volver a manipular la economía y planificar la vida de las personas. Como sistema abierto, imperfecto y en constante evolución, el capitalismo del futuro podrá vencer la homoplutia y recrear el ascenso social masivo si logra implementar innovaciones exitosas en los siguientes ámbitos:
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Viabilizar ingresos extraordinarios o de capital para muchas más personas, sorteando la limitación de los ingresos corrientes. El capitalismo es virtuoso al llevar al mundo de la renta y los ingresos pasivos a quienes aciertan con una empresa propia, inversión o innovación. Pero es una quimera pensar que las mayorías lo lograrán. El desafío es crear mecanismos para apalancar el progreso de ellos con vías extras a sus ingresos laborales. Por ejemplo, nuevos mecanismos de participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas (tema que ya no es tabú para un capitalista consciente), regulaciones para facilitar el acceso al mercado de capitales de micro inversores y personas comunes con algún excedente temporal o sistemas de bonos dinerarios para cada persona al inicio de su vida productiva, como propone Piketty a modo de nivelación para forjar el destino de cada uno.
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Transformar el entramado de subsidios y programas de apoyo social en sistemas más transparentes, permanentes y universales que puedan acompañar la vida de las personas, sabiendo que la enorme mayoría necesita una base para progresar que ya no vendrá de empleos poco productivos y bien remunerados del pasado y que obviamente tampoco de lo que no heredan de sus familiares. El capitalismo se debe a sí mismo demostrar que la productividad tecnológica, que nos permite disponer de tantos bienes y servicios con menos horas de trabajo humano, puede generar puentes de ingresos crecientes para todos, mas allá de la posición que ocupen en el mundo del trabajo. Las variantes de rentas universales que el mundo discute y estudia actualmente reflejan esta cuestión.
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Resolver la encrucijada de los sistemas impositivos. Acá debe haber innovación de la buena y coordinación global, dado que algunos países atraen empresas con políticas impositivas irresponsables. El Estado debe ser capaz de resolver con inteligencia, venciendo presiones sectoriales, cuáles son los esquemas impositivos óptimos para facilitar la inversión y la iniciativa privada, por un lado, mientras permite financiar todo lo que se requiere hacer en sociedades con fenómenos de exclusión cada vez más estructurales, por otro. Un abordaje más sistémico y liberado de prejuicios permitirá superar el enfoque obsoleto que se lleva todas las energías: cuánto bajamos los impuestos a los más ricos para que no lleven el dinero al exterior o cuánto se los subimos para financiar la acción social del Estado.
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Educación masiva, personalizada y accesible para las mayorías. Es una misión histórica del siglo XXI. Y no es tarea solo del Estado. El capitalismo y sus principales actores (empresas, fondos de inversión, emprendedores, bancos, etc.) deben ser capaces de organizar nuevos modelos para facilitar el aprendizaje permanente de las personas, especialmente en materia de nuevas habilidades y dominio de la tecnología. Las alianzas más virtuosas que se produzcan en el capitalismo del futuro serán entre sectores públicos y privados para poner a todas las personas en el camino del aprendizaje permanente para la vida y el trabajo. Especialmente considerando que cada vez más personas deberán aprender a progresar en el mundo del trabajo independiente y cuentapropista. Las cuentas individuales en Francia, a través de las cuales cada ciudadano recibe un cheque para comprar educación para sus necesidades de cada momento, es un testimonio de lo mucho que puede hacerse en el tema.
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Construcción de estados más inteligentes, basados en buenos funcionarios, procesos empáticos y tecnologías (inteligencia artificial). Los predicadores del capitalismo están dejando de mirar con desconfianza al Estado y de pretender que sea mínimo. En el futuro, la relación entre ambos debe ser más rica y dialéctica: ya no solo será el Estado de derecho el que permite que el capitalismo fluya sino que será el capitalismo el que promueva e invierta en estados inteligentes, capaces de regular para que haya más ganadores, proveer servicios a quienes lo necesitan y corregir las asimetrías que los procesos de innovación siempre traen consigo.
La homoplutia puede corregirse. Como todos los sistemas que funcionan y triunfan, pueden desvirtuarse hacia sus extremos. El capitalismo ha traído progreso individual y colectivo. Pero ha perdido parte de su virtuosismo porque pocos ganan demasiado y muchos sobreviven. La esencia del capitalismo no es un cepo para afrontar con éxito los cinco desafíos planteados para recrear el ascenso social sin delirios ni aventuras que terminan multiplicando la miseria.