Inteligencia Digital: ¿Por qué debería importarnos?

1 de agosto de 2023

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Por María Laura García Directora del Certificado en Inteligencia Digital e Informativa para la Toma de Decisiones

En los últimos meses hemos visto una proliferación de artículos, declaraciones e intervenciones públicas sobre el poder de la inteligencia artificial (IA) y su impacto en la sociedad. Abundan las voces que alertan sobre los efectos negativos del avance de sistemas de IA en todos los ámbitos de nuestras vidas y piden más y mayor regulación por parte de los Estados y las empresas.

En este escenario, vale la pena recordar que la tecnología per se no es ni buena ni mala, y que su impacto dependerá en gran medida del uso que nosotros hagamos de ella. Es por ello que cuando el debate se centra excesivamente en la acción de los gobiernos y del sector privado, como está sucediendo ahora, pierde de vista al actor más importante de todos: el usuario. Sin embargo, no habrá medida regulatoria que alcance para mitigar el potencial impacto nocivo de las tecnologías emergentes si no desarrollamos nuestra inteligencia digital.

Los últimos avances en materia de IA y sistemas de aprendizaje automático plantean enormes oportunidades, así como importantes desafíos que nos obligan a replantear las reglas de juego de muchos ámbitos de nuestras vidas. Por mencionar solo dos ejemplos, durante la pandemia del Covid-19 quedó en evidencia el efecto corrosivo que la circulación masiva de noticias falsas puede tener no sólo sobre la política, la economía o las relaciones geopolíticas, sino también sobre nuestra salud. Es cierto que las noticias falsas han existido desde siempre, pero el avance tecnológico ha aumentado de manera exponencial tanto su alcance como su velocidad, y ha permitido que adquieran nuevos formatos, como las llamadas “deep fakes”. Así, la tarea de distinguir entre contenidos falsos y verdaderos se torna cada vez más compleja.

Más recientemente, el lanzamiento de ChatGPT por parte de OpenAI ha derribado nuevas barreras y planteado enormes desafíos para el sistema educativo, que ha oscilado entre prohibir la herramienta en las escuelas o aprovechar sus oportunidades para fomentar el pensamiento crítico de los estudiantes. Pero los retos que suscita ChatGPT no se limitan al ámbito educativo y exigen volver a plantear otros procesos, así como la seguridad de los mismos. Por ejemplo, OpenAI tuvo que suspender una función de ChatGPT llamada “Navegar con Bing” al poco tiempo de lanzarla, luego de que varios usuarios descubrieran que a través de ella podían saltarse muchos de los sistemas de pago para el acceso a contenido.

El avance de las noticias falsas y ultra falsas y el furor por ChatGPT son sólo dos ejemplos de los desafíos que plantea la IA y las tecnologías emergentes, pero su impacto va mucho más allá y se expande a todos los ámbitos de nuestras vidas. Aunque muchas veces el foco esté puesto en la regulación y la gobernanza de estas tecnologías, gran parte de su futuro impacto dependerá de lo que hagamos nosotros como ciudadanos, usuarios y consumidores. Entre las habilidades que nos convierten en alfabetos digitales y definen lo que hoy llamamos inteligencia digital, podemos encontrar la gestión del tiempo en pantalla, de la privacidad y de la huella digital, la empatía digital, y, la que considero más importante, el pensamiento crítico.

No se trata únicamente de saber utilizar las herramientas tecnológicas; tenemos que entender también cuál es su lógica y las consecuencias que un uso incorrecto de estas podría tener en nuestras vidas y en nuestro entorno. En un mundo profundamente alterado por la digitalización y las nuevas tecnologías, la capacidad de pensar, decidir y actuar libremente dependerá en última instancia de cada uno de nosotros y de lo que hagamos para cultivar nuestra alfabetización digital e informativa.