Más vínculos, menos pantallas
Un trabajo del Grupo de Investigación en Innovación Educativa de Universidad Siglo 21 arrojó un hallazgo clave: el 74% del profesorado considera que los proyectos colaborativos son la práctica más innovadora en la enseñanza. Este dato pone en evidencia que la verdadera innovación no está en la herramienta tecnológica, sino en la posibilidad de aprender junto a otros, de construir conocimiento de manera colectiva.
El estudio, que reunió las voces de cincuenta docentes de distintas carreras, revela una tendencia clara: la transformación educativa más profunda ocurre cuando se fortalecen los vínculos humanos que sostienen el aprendizaje. Así, experiencias como estudiantes de Publicidad diseñando una campaña social junto a futuros psicólogos que simulan una intervención comunitaria, muestran que el cambio no radica en el software, sino en la interacción y la colaboración que lo hacen posible.
Innovar en educación: vínculos que transforman
¿Innovar en educación es solo cuestión de tecnología? En un mundo atravesado por pantallas y por la expansión de la inteligencia artificial, podría parecer que estar a la vanguardia implica simplemente incorporar dispositivos modernos. Sin embargo, la investigación de Universidad Siglo 21 confirma que la innovación educativa se mide menos por la cantidad de recursos tecnológicos y más por la calidad de los vínculos pedagógicos que se crean en el aula.
Tecnología con sentido pedagógico
Los resultados también reflejan que el 50% del profesorado considera la tecnología indispensable para innovar y el 26% la utiliza de manera constante. Pero, según los investigadores, el desafío no está en lo instrumental, sino en dar sentido pedagógico al uso de las herramientas digitales.
Encender una cámara o subir tareas a una plataforma no alcanza: la tecnología debe estar al servicio de un propósito educativo. Cuando se utiliza con criterio, puede promover la autonomía, el pensamiento crítico y la toma de decisiones de los estudiantes. Como señalan los docentes, una computadora puede acercar información, pero también distanciar afectivamente; todo depende de cómo se integre en la relación educativa.
Barreras estructurales para innovar
El informe también identifica las dificultades que enfrentan quienes buscan transformar sus prácticas. El 40% del profesorado reconoce no tener formación pedagógica específica, una carencia que no impide enseñar, pero sí limita la posibilidad de diseñar innovaciones con fundamento educativo.
A esto se suma que el 64% de los docentes señala la desigual participación estudiantil como el principal obstáculo. Esta brecha, que refleja desigualdades sociales más amplias, muestra que no todos los estudiantes cuentan con los mismos recursos, tiempos o apoyos para involucrarse en experiencias innovadoras. El desafío, entonces, es repensar las estrategias desde una mirada inclusiva y equitativa.
Tres enfoques para entender la innovación
La investigación identifica tres maneras de concebir el cambio educativo:
- Incremental, cuando se introducen mejoras graduales sobre lo existente, como transformar un examen escrito en una presentación grupal.
- Revolucionaria, cuando se reorganiza una materia completa en torno a proyectos comunitarios.
- Disruptiva, cuando se crean nuevas formas de aprender, por ejemplo, al diseñar carreras que integran ciencia, arte y lenguajes digitales.
En la práctica, la mayoría del profesorado combina estos enfoques, demostrando que no existe una única forma de innovar, sino múltiples caminos que dependen del contexto, los objetivos y las personas involucradas.
El aula como espacio de transformación
Repensar la innovación educativa no es una cuestión menor. Lo que sucede en las aulas —presenciales o virtuales— define cómo se forman los futuros profesionales y, en última instancia, qué tipo de sociedad se construye.
El cambio real ocurre cuando el aula se convierte en un espacio de encuentro auténtico, donde la tecnología acompaña, pero no reemplaza los vínculos humanos. Pequeñas transformaciones, como incorporar simuladores, estrategias de gamificación o dinámicas que fomenten la autonomía, pueden abrir paso a cambios más profundos.
El horizonte no está en sumar pantallas, sino en crear condiciones para que cada estudiante despliegue su potencial, multiplicando oportunidades de aprendizaje con sentido y construyendo una educación más humana, inclusiva y relevante para los desafíos de nuestro tiempo.